viernes, 2 de julio de 2010

Fuerzas renovadas


“Aunque la higuera no florezca, ni en las vides hay frutos… con todo, yo me alegraré en el Señor, me gozaré en el Dios de mi salvación”.


Habacuc 3:17-18.



Dice un dicho en lengua guaraní en forma fatalista: “Ou vaivape ou vaipá” que significa: “A quien le viene un mal, todo le va mal en la vida”. A menudo nos encontramos atravesando situaciones difíciles sin salida aparente. Cada uno de nosotros ha vivido experiencias desalentadores o traumáticas en “carne propia”, momentos tristes o grandes perdidas que nos han hecho sentir sin fuerzas o derrotados. Problemas de salud, falta de dinero, cansancio físico por exceso de trabajo, incomprensión familiar, insatisfacción por metas no alcanzadas o fracasos sentimentales pueden hacernos sentir desesperados y sin salida aparente. Equivocadamente buscamos una y otra manera de darle fin a esas experiencias pero a menudo nada logramos. Inclusive nos presentan “dioses” como aquellos que solucionaran instantáneamente nuestras dificultades. Nada más lejos de la verdad.
En la Biblia, leemos las palabras de un profeta de Dios llamado Habacuc quien dispuesto a soportar la prueba, confía plenamente en Aquel que nada le hará faltar. Sabía que en su sabiduría Dios podía permitir la pobreza en los campos y corrales vacíos. Aceptaba la idea de ver higueras secas y vides sin fruto pero la confianza en su Señor y Salvador no le permitían desfallecer. Podía sentir sus pies seguros y ligeros como las ciervas y andaría por sobre las dificultades y las pruebas confiadamente. Habacuc vivía una situación “sin salida”. El país estaba en crisis espiritual, económica, social y política. Pero en medio del caos, exclama “con todo yo me alegraré en Jehová, me gozaré en el Dios de mi salvación”. En ninguna página de las sagradas escrituras encontramos la promesa de que nos serán evitados todos los inconvenientes, aunque también es cierto que Dios prospera de que nos serán evitados todos los inconvenientes, aunque también es cierto que Dios prospera la vida de los suyos y podemos gozarnos al leer que Dios está siempre al lado del creyente, le infunde aliento, le provee de fuerzas, le dirige y le ayuda en medio de las dificultades. Como salmista y rey, David cantaba: “Jehová es mi pastor, nada me faltará. En lugar de delicados pastos me hará yacer; junto a aguas de reposo me pastoreará, confortará mi alma… y aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal de alguno”.
Esta es la experiencia gloriosa de quienes confiamos nuestra vida y nuestra eternidad a Cristo. El apóstol Pablo escribe a los creyentes que vivían en Roma como un cántico glorioso: “Quién nos apartará del amor de Cristo?, tribulación?, angustia?, persecución?, ó hambre?, ó desnudez? o peligro o espada? “Según el apóstol está claro; en todo momento, Cristo presente a nuestro lado.
Deseo insistir como hace tantos años lo hago en contarle a usted lo que ha sido la experiencia de hombres y mujeres que confiaron decididamente su vida a Jesús. Es esto lo que nos ha motivado desde sus comienzos. Dios, sabiéndonos pecadores y lejos de su voluntad envió a su Hijo para que nos reemplace en la cruz muriendo por nosotros. Él pagó el precio que nuestras culpas merecían pero ha resucitado y vuelve por los suyos. Este mismo Dios, que nos dio a su Hijo ¿cómo no nos dará con Él todas las demás cosas?

Por esto, le invito a que decididamente se entregue a Él, pídale que le salve y renueve sus fuerzas en medio de sus problemas y disfrute para siempre la compañía y las bendiciones que esperan en los cielos para ser derramadas sobre todos los que creen a su palabra.


Afectuosamente EP.

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